Navegaba
rumbo sur suroeste el galeón con todas sus velas desplegadas. Comandaba la
flota, un capitán ufano y altanero, oteaba el horizonte. Se relamía pensando
los parabienes que le esperaban al arribar a puerto. Había vencido en la
batalla. Pero fue condecorado por un golpe de mar.
La tormenta
Le cogió la tormenta, en mitad del tupido
bosque. Recordó que, cuando era niño, le explicaron que durante las tormenta,
no debía refugiarse debajo de los arboles. Pero miro a su alrededor, y no vio
ningún claro, eran todo arboles. Y los rayos seguían cayendo.
DECÍA QUE ME
AMABA.
Me amaba, por
eso solo me hace daño. Porque me amaba, según ella creía, acabo con todo lo
bueno y destruyo un amor. Porque me amaba, tenía que anularme, física y
mentalmente.
Ella confundía
el odio con el amor, y yo, que la amaba la odio profundamente.
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